CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE ALFARERÍA

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Los alfares de Naval surtían de cerámica a una buena parte de la provincia de Huesca e incluso al sur de Francia. Estaban especializados en la ollería, o cerámica de fuego –ollas para cocinar o conservar adobos y vajilla-. Las piezas, características por el brillo de su vidriado y su sencilla decoración floral, se convirtieron en el principal signo de identidad de Naval. El oficio se heredaba de padres a hijos, o a yernos en el caso de que el alfarero no tuviese hijos varones. Pedro Salanova tuvo sólo una hija, y esperó a que esta se casara para enseñarle el oficio a su yerno; sin embargo, ella nunca llegó a contraer matrimonio y Pedro fue, a su pesar, el último eslabón de esta saga de alfareros. A su muerte, su única hija continuó viviendo en su casa, en la del alfar, sin modificar ni un ápice nada de lo que allí había. Carecía incluso de instalación eléctrica cuando en el resto de las casas del pueblo no faltaba ni la televisión ni otros electrodomésticos. Fue su deseo que permaneciese intacto todo lo que había dejado su padre. Ella murió y en su casa se instaló un Centro de Interpretación de la Alfarería del que seguro Pedro Salanova se hubiera sentido orgulloso. Ahí está su alfar, intacto; las balsas en las que preparaba la arcilla; el horno… hasta su chaqueta permanece colgada junto a la silla en la que se sentaba para modelar el barro.

Aparte del obrador y otras estancias relacionadas con el trabajo y la vida íntima de Pedro el resto del edificio ha sido rehabilitado para convertirse en Centro de Interpretación. En la sala de entrada al Centro se explica de forma didáctica y amena la historia y las técnicas de la alfarería, las características de la ollería de Naval, etc. Después, y tras visitar el espacio y el tiempo en que vivió Salanova, el recorrido continúa por el horno y las balsas, que se encuentran en una terraza exterior.

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